Ubicado en las afueras de Roma y con una longitud en planta de aproximadamente un kilómetro, el complejo residencial Corviale se presenta como una solución alternativa a la demanda habitacional surgida en los años 50 y 70 en los suburbios romanos. En este período, la ciudad pasó de tener aproximadamente 1,6 millones a 2,7 millones de habitantes, lo que produjo la expansión de la mancha urbana hacia las zonas periféricas.
Conocido también como Serpentone -por sus amplias dimensiones- el proyecto fue realizado entre 1972 y 1974 por un equipo de arquitectos coordinado por Mario Fiorentino. La construcción se llevó finalmente a cabo entre 1973 y 1982 y si bien inicialmente se tenía la intención de destinar la cuarta planta del edificio principal a usos comerciales, servicios y zonas comunes, esta etapa se abandonó por la quiebra de la empresa responsable de la ejecución de la obra. Con el tiempo, el nivel fue ocupado informalmente y esto dio origen a una serie de problemas que marcarían a la obra como un “proyecto emblemático” dentro de la historia de la vivienda en Italia.
La arquitectura como metáfora urbana
El complejo Corviale está situado en el Quartiere Portuense y ocupa una superficie total de 60 hectáreas. Está formado por tres edificios residenciales y otros volúmenes para servicios. El primero de ellos, un edificio lineal de 958 metros de longitud, cuenta con nueve plantas destinadas a viviendas, además de dos plantas subterráneas para estacionamientos. El edificio está dividido en dos bloques paralelos interconectados. Esta operación de segmentación volumétrica permite una mayor entrada de luz natural y aire en los espacios interiores. Las escaleras y los ascensores, próximos a las unidades de administración, marcan las cinco entradas principales y subdividen el edificio en seis bloques vinculados entre sí.
Un segundo conjunto de viviendas se emplaza de manera paralela a este volumen principal. Si bien el mismo posee una altura menor -tres plantas-, también se pensó para alojar residencias, servicios y actividades para los habitantes, incluyendo una guardería, una escuela, locales comerciales e incluso un teatro al aire libre. Los residentes pueden moverse y circular entre los volúmenes a través de pasarelas elevadas. Por último, un tercer volumen de viviendas se sitúa a 45º de las dos primeras edificaciones, alrededor del cual se agrupan edificios de servicios con diferentes funciones que han ido variando a lo largo de los años.
La grandeza y monumentalidad del conjunto arquitectónico de Corviale nos remite inevitablemente a la idea del edificio-ciudad. Se podría decir que esta es “una arquitectura concebida como ciudad" desde dos perspectivas distintas: por su composición formal -en la que los pasillos pueden entenderse como calles y los complejos de apartamentos como bloques- y por su idea funcional que, pensada más allá de la vivienda, busca incluir actividades comerciales y de servicio -aunque, en la práctica, esto no se haya terminado de materializar-
Le Corbusier. Muchos de estos proyectos fueron creados dentro de períodos históricos marcados por el crecimiento demográfico y la falta de servicios y comodidades en las zonas periféricas de las ciudades. En esta época, los gestores y los arquitectos vieron en la arquitectura, y especialmente en la vivienda social, una posibilidad para generar un cambio significativo en la vida de numerosos habitantes.
De símbolo de la decadencia a modelo de regeneración urbana
El abandono de la idea inicial del proyecto, la falta de gestión de los espacios y la degradación del conjunto repercutieron directamente en la obra, demostrando, con el paso de las décadas, la falta de relaciones significativas de la población residente y el contexto en el que se inserta Corviale. Pero mientras algunos consideran la obra un "monstruo de cemento" que debería ser demolido, otros ven en su historia y esencia un gran potencial de transformación urbana.
El proyecto Immaginare Corviale, realizado entre 2003 y 2005, por ejemplo, funcionó como una especie de laboratorio multidisciplinar que pretendía promover, a través de la participación de los habitantes, una reconexión con una historia interrumpida. A esta iniciativa se le sumaron numerosas propuestas de intervención, fruto de concursos de ideas realizados a lo largo de los años, como el Concurso Internacional Rigenerare Corviale y el Taller Corviale Accompliment, por citar algunos.
Para mencionar iniciativas más recientes, también están en marcha dos proyectos de recuperación: el proyecto Chilometro Verde, de la arquitecta Guendalina Salimei, y Rigenerare Corviale, coordinado por Laura Peretti. Mientras que el primero propone una reestructuración en la cuarta planta para construir 103 nuevos apartamentos, el segundo prevé intervenciones en las zonas comunes del edificio principal, así como cambios en las circulaciones para adaptarlos a la escala peatonal y crear nuevos espacios públicos y áreas verdes.
El conjunto Corviale, que a grandes rasgos destaca por la linealidad y la gran extensión de su volumen principal, revela, cuando se lo observa de cerca, un universo de relaciones que, a lo largo de las décadas, se han establecido entre los habitantes y la arquitectura, y entre la arquitectura y la ciudad. En este nuevo capítulo de su historia, las iniciativas de regeneración retoman, una utopía que no pudo ser alcanzada o, al menos, la ambición de prever mejores condiciones de vida a los habitantes de los suburbios romanos.